martes, 9 de agosto de 2016



Me tembló la mano

Verlo de cerca, pensativo, imponente, con su uniforme verde olivo, sonriente en ocasiones, respetuoso como un padre con los pioneros, es la imagen que me viene a la mente, después 38 años, cuando este guajiro tuvo la oportunidad de tirarle por primera vez fotos a nuestro Comandante en Jefe.
Eran las festividades por el XX Aniversario de la fundación del Segundo Frente Oriental Frank País García, dirigido por el comandante Raúl Castro Ruz. Me encontraba a una distancia prudencial de la presidencia. Montado en un jeep junto a su hermano Raúl, Fidel se trasladaba hacia el Mausoleo donde se guardan los restos de los combatientes del Frente, para encender la llama que lo dejaba inaugurado.
Estaba nervioso porque ni siquiera tenía en las manos un tele-objetivo que me acercara su rostro lo más cerca posible. Conversando con Jorge Oller, fotoreportero del periódico Granma en aquel entonces, este, muy serio, me dice: ¨Estas embarca´o, a la distancia que estamos y con ese lente el Jefe ni se ve. Rápidamente, mete la mano en su bolso y saca un objetivo que le cae a la caja a mi flamante Nikon¨.
A pesar de ser una mañana fresca, el sudor corría por mi cuerpo, era la década del setenta cuando comenzaban mis  andares como fotoreportero en el mundo del periodismo en el Combatiente, órgano del Ejército Oriental. Como mozalbete, en cada trabajo que me daban sentía el miedo de no cumplir con las expectativas. La ¨guajirés¨ que siempre me ha acompañado es responsable de que en ocasiones no tome una buena foto.
El jeep se acercaba raudo al Mausoleo y me vienen a la mente los consejos de Mario Cuang, profe que me introdujo en el mundo de la fotografía, quien en sus clases me decía que la mejor foto se tomaba en el próximo trabajo, que  no tuviese miedo, poniéndole el corazón  todo sale bien. Los años han pasado, varios sofocones he tenido en mi carrera.
Pero este que les cuento es el principal. El Comandante baja rápidamente junto a Raúl y toma la antorcha. No sé qué me pasa, estoy nervioso y, al enfocar al Comandante, la mano me tiembla. Apresuradamente, me concentro y logro una de las mejores imágenes de mi vida profesional.
El Comandante cumple 90 años. Del primer momento se sale, he tenido la oportunidad de estar a su salo en varias ocasiones, y tomarle imágenes a la altura de su figura. Valga esta reflexión, aunque sea personal,  para recordar unos de los instantes más felices que he tenido en mi vida.